martes, 18 de octubre de 2011

Vinagre de los 4 ladrones

Fue en Toulouse, durante la terrible epidemia de peste se cobró más de 50.000 víctimas entre 1628 y 1631, donde apareció por primera vez este célebre vinagre, como mencionan los registros del Parlamento de esta ciudad.
Los "cuatro ladrones", cogidos in fraganti cuando robaban a los apestados, para salvar la vida, revelaron el secreto que les permitía no contagiarse (y, como indican fríamente las actas de la época, "después de ello fueron ahorcados").
Un siglo después, los ladrones de Marsella imitaron a sus predecesores de Toulouse cuando se produjo la epidemia de peste de 1720. Al detenerlos, también se les prometió salvar la vida si revelaban su secreto (aunque en esta ocasión los jueces de Marsella mantuvieron su palabra). Encontrada en el museo de la vieja Marsella, su fórmula difería muy poco de la de sus compañeros tolosanos.
El cuerpo médico, doblegándose ante el éxito de esta receta, la adoptó, aunque sometiéndola a algunas modificaciones: un vademécum de 1748 otorgó carácter oficial al vinagre de los cuatro ladrones añadiéndole canela, acoro, y especialmente, ajo.
Durante mucho tiempo, este vinagre antiséptico disfrutó de mucha fama y no desapareció de dicho libro hasta 1884.
Se empleaba para protegerse de las enfermedades contagiosas: para ello, había que frotarse con este vinagre las manos y la cara, se quemaba en las casas y, con él, se empapaban paños que se presionaban contra la nariz. También se aspiraba en caso de sincope.
Todavía hoy se utiliza en algunas zonas rurales.

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